Thursday, July 21, 2005

Morriña

La complicada repatriación de una gallega con amnesia

Una emigrante en Miami que había perdido la memoria al sufrir un accidente es hallada por su familia después de un año gracias a que la enferma cantaba temas del mítico grupo Los TAMARA

Sofía Romo no sabía su propio nombre, pero nadie era capaz de cogerla en un desliz con la letra de "Galicia terra nosa". La cantaba de pe a pa. Va para un año que esta emigrante gallega en Estados Unidos no se acuerda de casi nada, padece amnesia y su memoria quedó confinada en sótanos misteriosos desde que un desalmado la atracó y pegó cuando paseaba por las calles de Miami.

El pasado de esta noiesa de 62 años fue podado por un ratero sin escrúpulos. Su documentación, sus llaves de casa, el pasaporte y hasta el rímel quedaron en manos del hombre que la embistió y abandonó muy malherida, lo que fue un lío para el personal de la clínica que la sanó de sus heridas. Ni sabían cómo llamarla, ni a dónde enviarle las facturas.

La tarea de ponerle nombre, apellidos y nacionalidad a aquella mujer sin más pasado que el que tenía enfrente se estancó.

Sin habla

Sofía no rompió a hablar de ella en todo el tiempo en que estuvo internada. Sólo acertaba a cantar: "Así se enamoraron papá y mamá, tirándose chinitas en el portal". Y cosas por el estilo. Ritmos parecidos eran lo único que salían de su boca. Toda su estancia se redujo a melodías de los sesenta y setenta ("A Santiago voy ligerito caminando, con mi paragüitas que la lluvia me está mojando..."). Eran canciones de los Tamara que Sofía interpretaba a su aire, manejando los dedos como si estuviese dirigiendo una secreta sinfonía.

El resto era un sinsentido, ignorando las peculiaridades de su acento, los remolinos de su lenguaje o las rebeldías de sus andares. Sofía sólo amueblaba la clínica. Pero aquella liturgia musical -un jeroglífico en manos del personal médico- fue lo que la rescató. Fue lo que puso sobre la pista de su pasado.

¿Qué hace una señora en una residencia de Estados Unidos cantando canciones de Los Tamara? ¿Qué extrañas insinuaciones podrían encubrir aquellas baladas o cumbias? Al principio nadie era capaz de dar respuesta a aquello, pero finalmente las canciones sirvieron de mucho.

Su familia, en Galicia, al perder su pista, removió cielo y tierra para dar con ella. Sofía pasó un año sin cobertura, sin decir esta boca es mía. Cosa muy extraña, pues desde que había emigrado con veinte años a Venezuela, y luego a Miami, jamás pasó un mes sin mantener contacto con los suyos. Incluso realizó algún viaje a Galicia. Ella solita, porque Sofía Romo nunca se casó.

Una de dos, o estaba muerta o le había pasado algo terrible. Para saberlo, su familia se puso en contacto con la embajada de España en Estados Unidos, que envió una orden al cónsul de Miami para que hiciese hasta lo imposible por descifrar el enigma. Dicho y hecho. Su familia, el consulado y la Xunta estuvieron hermanados por un mismo afán, encontrar como fuera y donde estuviera a Sofía Romo.

Búsqueda

El cónsul fue hasta la dirección a la que su familia le enviaba las cartas y los vecinos le dijeron que no sabían nada de ella desde hacía un año. Entonces no dejó hospital por visitar. «Por favor, estoy buscando a una española llamada Sofía Romo. ¿Está internada aquí?» Nadie respondía por ese nombre. Hasta que un cubano, encargado de contestar al teléfono en la clínica en la que estaba Sofía, le comunicó que había una señora de avanzada edad que tras sufrir un accidente al ser atracada había perdido la memoria. También le explicó que no hacía otra cosa que cantar melodías en español, «algo así como que a Santiago estoy».

Inmediatamente, el cónsul llamó a España con la buena nueva. Le dijo a la familia que se trataba de una mujer que respondía a los mismos rasgos que Sofía y que cantaba canciones de Los Tamara.

¡Cómo no iba a cantar canciones de Los Tamara si Sofía es hermana del bajo del grupo gallego, Prudencio Romo!

Ahí entró la Xunta, que hizo todo lo posible por repatriar a Sofía, que desde hace dos meses vive en la residencia Agarimo, en Oleiros.

Para celebrar el retorno, Los Tamara ofrecieron un concierto hace una semana en la residencia. Sofía, todavía nerviosa por el brusco trastorno que la mala pata ha introducido en su vida, recupera poco a poco la memoria. Cantando, cómo no, las mejores canciones de Los Tamara.


Publicado el día 21 Julio de 2005 en La Voz de Galicia

Primer Centenario

Miguel Mihura, sin ninguna relación con la mítica ganadería de bravo, nació un día como hoy hace cien años en Madrid, España.

Siendo aún joven abandonó ciertos estudios para dedicarse al dibujo en revistas como "Gutiérrez", "Buen Humor" y "Muchas gracias". Allí conoció a los jocosos Tono, Enrique Jardiel Poncela y Edgar Neville.

Comenzó a escribir en revistas de cuchufleta tales como "La ametralladora" e incluso otras. Impelido por tenaz ímpetu, fue uno de los instigadores que en 1941 lograron crear -y publicar- la revista más audaz para el lector más inteligente, "La Codorniz", cuya dirección desestimó en 1944.

Se introdujo en la farándula con "Tres sombreros de copa", escrita en 1932 y estrenada veinte años después (nada que ver con Dumas), comedia considerada por algunos como una de las obras maestras del teatro humorístico y que, según ciertos cronistas, constituyó uno de los acontecimientos capitales del teatro español del siglo XX.

Se dice que renovó el teatro cómico español con su facilidad para los juegos semánticos y el enredo con algo de absurdo.

Colaboró en el guión de la película "Bienvenido, Mr. Marshall", de Berlanga, una de las cintas clave de la cinematografía española.

A partir de la década de los cincuenta se produce un sutil cambio en la obra de Mihura: la sátira se impone sobre el humor.

Fue galardonado con diversos premios de teatro y de literatura y en 1976 fue elegido académico de la Real Academia Española.

Falleció en Madrid el 28 de octubre de 1977 en estado de soltería.


Desde aquí nuestro recuerdo